21 de febrero de 2009

Una base social medible y duradera

Seguimos en el debate de la Coordinadora de ONGD con el objetivo de llegar a un consenso sobre la definición de base social.

Contamos con la gran ayuda de Javier Herrero para la dinamización del debate y poder poner orden a nuestras ideas.

Javier ha propuesto dos definiciones de base social y creo que nos estamos decantando claramente por la segunda definición:

1. Definición Informe Cualitativo de la Coordinadora.
Conjunto de colectivos que sustentan, alimentan, mantienen, enriquecen y hacen crecer a la organización, sirviéndose de diferentes medios y recursos (pueden ser económicos, humanos, materiales, funcionales o cualquier otra herramienta que optimice el trabajo), contribuyendo a la misión de la organización.

2. Otra definición para reflexionar:
Conjunto de personas, colectivos y organizaciones que de forma activa, duradera y consciente y por identificación con unos valores y principios, dan apoyo, proyección y retroalimentación a una organización para contribuir a la consecución de sus objetivos. Este apoyo, que es percibido y valorado expresamente como valioso por la organización, se concreta en forma de horas de trabajo, apoyo económico u otras formas de colaboración y participación.

Yo apuesto claramente por la segunda definición, ya que me parece una evolución de la primera y que denota la madurez del sector en el que trabajamos. Sobre esta definición hago una re-escritura:

“Conjunto de personas, colectivos y entidades que de forma activa, duradera y consciente, y por identificación con unos valores y principios, están implicadas en una organización para contribuir a la consecución de sus objetivos”.

Esta propuesta creo que deja mayor margen que la anterior y evita entrar en aspectos como las formas de participación o la forma en que se apoya a la organización. Pero también al señalar que “están implicadas” supone no separar la propia organización de su base social (la base social esencial de una organización de voluntarios serían sus propios voluntarios).

La palabra clave de ambas definiciones (la de esta propuesta o la versión original) para mí es “duradera”, porque ayuda a delimitar, a definir o a medir nuestra base social y evita incluir algo tan etéreo como las acciones puntuales (firma de un manifiesto, compra de comercio justo, simpatizantes...). Las acciones puntuales son importantes por el potencial que tienen para ampliar nuestra base social, pero si ya los incluimos en nuestra base social, cuando esos mismos actores probablemente no sean conscientes de ello, de alguna forma podríamos estar engañando sobre nuestra auténtica representatividad. Además, hay que tener en cuenta que la base social es lo que hace que nuestra organización perdure en el tiempo.

En los tiempos actuales, esto es más necesario que nunca para que las organizaciones luchemos por una base social sólida. De lo contrario, corremos el riesgo de que se convierta en una nube que, sin darnos cuenta, desaparezca.

Otra de las claves de la definición de base social es que de alguna forma ésta sea medible, ya que es lo que proporcionará una verdadera legitimidad a la organización. Definir una base social medible nos ayudará a establecer los retos que debemos afrontar en el futuro para aumentarla, en un entorno donde gran parte de las instituciones políticas que nos rodean están sufriendo una crisis de legitimidad. Pensemos en los partidos políticos, que se han dado cuenta de que su base social no corresponde a lo que creían y que es demasiado volátil al extenderla al número de votantes.

Con respecto a la identificación “con unos valores y principios” me parece esencial. Así, en Ingeniería Sin Fronteras acabamos de aprobar, tras un debate de un año, los valores de la organización. Pero ahora estamos inmersos en una etapa incluso más importante: la de transmitir esos valores a nuestra base social para que se apropien de ellos (no es fácil, pero es esencial).

Si logramos consensuar una definición de base social medible también nos servirá en el futuro para canalizar las necesidades de participación social. Y el reto principal será el trabajo en red entre nosotros/as, las organizaciones, y la CONGD. Me encanta el ejemplo de Coleman en uno de los textos que nos ha pasado Javier: “En la redes de venta que existen en un mercado de El Cairo y que permite que cualquier demanda de un bien que presenta un cliente a cualquier vendedor éste la canalice, en ese momento, al vendedor apropiado”. Éste sería una de las funciones, no sólo de la CONGD, sino de cada una de las organizaciones porque si fortalecemos a nuestro vecino, también nos fortalecemos nosotros.

Por último, me gustaría comentar un artículo reciente de Víctor Marí, profesor de Sociología en la Universidad de Cádiz, analizando los últimos datos del Informe de la Juventud en España. El mérito de este artículo es que formula las preguntas adecuadas.

Marí recuerda que las ONG son las instituciones políticas más valoradas, lo que no significa que estén muy valoradas (5,7), y en el último lugar están los políticos (3,6). También indica que solamente el 10% de los jóvenes colabora en la actualidad en alguna organización sociopolítica de voluntariado.

Marí habla de una vinculación de los jóvenes al estilo guadiana: aparece y desaparece de las organizaciones sociales (Prestige, Guerra de Irak...) y critica esas organizaciones que “aunque en su boca tengan palabras que hablan de cambio social, sus vidas carecen de cualquier atractivo que impulse a sumarse a ellas”. “Para las ONG, el PROYECTO con mayúsculas, de cambio social, ha sido sustituido por muchos proyectos, con minúsculas”.

Creo que es un buen texto para reflexionar y preguntarnos: ¿Cómo queremos construir en el futuro nuestra base social?, ¿Cuáles son las nuevas formas de participación?, ¿Qué debemos cambiar en nuestras organizaciones para favorecer la participación de los jóvenes?

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